Evolución. Frente a las fuerzas físicas inanimadas, esta fuerza de la naturaleza, que implica que el cambio siempre es eterno, es la única de las fuerzas que afectan a los seres vivos que puede compararse con las que afectan a la materia. Lejos de abstracciones lejanas, la evolución de las especies ha regido los caminos de los seres vivos, y por lo tanto de la faz del planeta, de una forma casi aleatoria, pero que en el fondo sigue unas reglas definidas, como todas las fuerzas naturales.
La extinción de los dinosaurios, el surgimiento de las nuevas especies, la aparición de la inteligencia en el planeta Tierra, todos estos eventos poseen como punto en común un solo factor. Representan un cambio evolutivo drástico que cambia las reglas del juego, y hace que todo lo que hasta ese momento se consideraba seguro ya no lo sea. Por motivos externos o internos, el mundo, que lleva girando miles de millones de años, sufre cambios drásticos en los ámbitos que afectan a los seres vivos. Sea por fuerzas externas (cambios climáticos, geográficos o de las condiciones ambientales) o por cambios internos en los seres vivos (mutaciones drásticas y aparición de nuevas especies competidoras, cambios en las especies de las que otras se alimentan, o simples azares evolutivos) los seres vivos han estado expuestos a cambios que no podían controlar. Cambios que han dictado la destrucción de especies completas, la extinción de seres dominantes, y la aparición de nuevos señores cuyo destino es unirse a sus predecesores en las ramas cortadas de la evolución.
Los seres humanos, hasta ahora, y a pesar de las divergencias al respecto, parecemos ser los más evolucionados seres vivos de toda la corteza terrestre, tanto biológica como socialmente. Es nuestra capacidad de raciocinio, tan tristemente poco usada en muchas ocasiones, la que nos ha llevado a pensar que, debido a nuestro dominio de la técnica y la tecnología, hemos logrado escapar a esta fuerza invisible, que rige a todos los seres vivos.
Mirémonos, miremos alrededor, y veamos los prodigios que el progreso humano ha logrado. Somos capaces de recorrer el planeta en un día, situar complejas estructuras en órbita, medir el nivel de un huracán, vaciar montañas, o erigir edificios que llegan a las nubes. La ciencia, la sociedad, la economía, la política son instrumentos que nos han servido en nuestro camino hacia el futuro.
A medida que el hombre va desarrollando sus capacidades en todos estos ámbitos, vamos creyendo conocer más y más las fuerzas que rigen la Naturaleza, las mismas que nos rigen a nosotros, y sabiendo esto, creemos poder escapar de ellas, como el alumno que cree aventajar al maestro.
Volamos, protegemos a los más débiles entre nosotros (por lo menos de las fuerzas de la naturaleza, que no de nosotros mismos), creamos antimateria, movemos miles de millones en un parpadeo, podemos desafiar la física, la química, la biología, la genética. Creemos ser dioses.
Pero miremos más profundamente, los logros que hemos obtenido no nos colocan por encima de las leyes de la Ciencia, y menos de la biología, como seres vivos que somos.
Si queremos progresar, sobrevivir, e incluso crecer y evolucionar, debemos conocer cuales son esas leyes imborrables que nos rigen con hilos invisibles. ¿Cuáles son las leyes biológicas que hacen que una especie se extienda sobre la Tierra, sobreviva donde miles se han extinguido, o caiga en el olvido ante el más nimio cambio ambiental? ¿Alberga el ser humano, el Homo Sapiens Sapiens, en su seno una nueva especie que sólo espera el momento para surgir y sustituirnos como la especie dominante? ¿Peden aplicarse estos conocimientos al conjunto de leyes empresariales que hasta ahora han regido la economía mundial? ¿Qué está cambiando en el fondo de la sociedad humana oculta por los cambios externos? ¿Qué cambios se van a producir que requieran del ser humano nuevas invenciones sociales, nuevos retos personales?
Todas estas preguntas sin respuesta nos llevan hacia una sola palabra, origen y destino de todos nosotros, de nuestros cuerpos físicos, de nuestras instituciones y de nuestras obras perennes: La Evolución.
Sí, porque como descubriremos a lo largo de este libro, todo el conjunto de nuestra estructura socioeconómica es el fruto de una evolución, que gracias a la complejidad de nuestros cerebros, ha adquirido una magnitud tal que parece sobrepasar los logros biológicos.
Lamento que esta introducción sea tan “abrupta”, tan teórica, por lo cual pido anticipadas disculpas. Pero antes de sumergirnos en los casos concretos que estudiaremos, es necesario establecer un marco teórico en el cual nos moveremos.
Es este marco, basado en la premisa principal del estudio, a saber: que el ser humano ha podido trascender la evolución biológica, pero que ésta se ha adaptado a nuestras estructuras sociales de tal forma que estamos frente a un reto trascendental de evolución personal y social. Como decíamos, es este marco en el que se apoya gran parte de la estructura de este estudio. Si no estás de acuerdo con él, adelante te animo a que cierres sus tapas, y te vayas a hacer cosas que consideres más interesantes. Pero si la evolución llama a tu puerta, y la derriba contigo dentro, habrás perdido la posibilidad de anticiparte al cambio, por lo que el cambio se te anticipará a ti.
Sea como sea, aprovecha tu vida para hacer grandes cosas, te lo digo ahora, al principio, por si no llegas a terminar y dejas el libro en la cabecera de la cama, o en algún perdido rincón de una estantería, o en el cubo de reciclaje. Es el mejor consejo que nadie puede dar.